miércoles, 2 de noviembre de 2011

FALTA DE LUZ EN EL VIAL EGIA - LOIOLA

Si se pregunta a cualquier vecino por las principales necesidades de su barrio, la iluminación encabeza la lista de demandas. Luces y apertura de calles, junto con el mejorado de las arterias ya existentes, desmalezado y limpieza, constituyen los principales reclamos a la hora de concurrir a los barrios dado a que son factores que favorecen e inciden en el desarrollo de la vida cotidiana.
Verónica trabaja en Egia y reside en las nuevas casas de Riberas de Loiola. Veinte minutos a pie separan el comercio en el que trabaja y su domicilio. Raro es el día que utiliza el autobús. Sube y baja caminando por la calle de Egia. El problema es cuando oscurece pronto. Este vial queda a oscuras. La iluminación es deficiente y Verónica, como otros muchos vecinos de Loiola y Riberas, se siente desprotegida. La estrechez de la acera, de poco más un metro, tampoco permite tomar otras vías alternativas. «En verano el problema no es tanto porque oscurece tarde pero en otoño e invierno voy con miedo», dice Verónica. Y con razón.
Según datos ofrecidos por los vecinos de Loiola, la tasa de robos ha crecido en los últimos tiempos en esta zona. Ya no solo en este vial que conecta el final en alto del Paseo de Duque de Mandas con la sede de Urkirolak sino también en el aparcamiento en superficie que queda bajo los tableros de la Variante. «Es una zona abandonada», denuncia un hombre que pasea a su perro por el paseo de la ribera del Urumea.
Hacemos la prueba. Esperamos a que anochezca. Nos situamos en la parte alta de este vial. Desde esta zona se divisan las instalaciones del club deportivo que queda en el extremo más próximo al Urumea en Riberas de Loiola. Un ejército de focos alumbra sus campos de hierba artificial. Las farolas iluminan la variante y el vial de entrada a la ciudad por Amara. Todo sus luces. Al otro lado del Urumea, oscuridad.
En nuestro camino hasta el cruce en el que quedan las instalaciones de Urkirolak nos cruzamos con donostiarras de todas las edades. Hay chavales que suben la cuesta montados en sus bicis, madres que empujan carritos de niños, atletas aficionados y jubilados. No es una avalancha pero sí hay movimiento.
Paramos a un joven. Mochila al hombro camina en dirección a Egia. A la pregunta de si considera que este vial puede resultar oscuro, Germán se encoge de hombros. «No lo había pensado», confiesa. «¿Inseguro? No diría tanto. Quizás puede ser una zona de poco tránsito, alejada de las las calles comerciales».
Y es que la percepción urbana del género femenino es muy diferente a la de los hombres. No es novedad. Las calles estrechas y mal iluminadas, puntos en los que la maleza se adueña de las aceras, lugares inhóspitos o con recovecos en los que un asaltante podría esconderse, se convierten en puntos a evitar por las mujeres, debido a la inseguridad que les producen.
Diez farolas de gran altura, de las que ya no se oscilan en zonas peatonales, alumbran este vial, o por lo menos para eso están. Otra cosa es que lo cumplan con garantías. «La solución podría llegar instalando unas farolas de brazo más corto», propone Juanicorena, de Egia. «Eso o iluminación baja en las aceras. Cualquier propuesta será bienvenida», asegura esta señora que acude dos tardes a la semana a Loiola.
Los coches pasan cerca
A la falta de iluminación se le suma que los vehículos pasan muy cerca de los peatones. Por hache o por be, circulan a mayor velocidad de lo permitido, o esa sensación tenemos al caminar por la acera desprotegida que nos lleva en dirección a Loiola. Sus reducidas dimensiones nos obligan a salir a la calzada cuando nos cruzamos con el ciclista o la mujer que empuja el cochecito de niños. El espacio es reducido.
Nuestro camino se complica en el giro al puente que cruza el Urumea. La acera se estrecha tanto que no caben dos personas. El peligro es mayor cuando nos encontramos de frente con un autobús de línea. Parece que se nos echa encima.
Cruzamos el puente. Su acera es minúscula, la barandilla del puente no nos ofrece demasiadas garantías y existe un paso de cebra en mitad del puente que no entendemos su función cuando apenas diez metros más adelante, en la orilla de Loiola, existe otro paso de cebra regulado por un semáforo. Manoli, una vecina de Txomin Enea, nos saca de dudas. «El semáforo es reciente. Hasta hace poco el único paso de cebra era el que está en mitad del puente; ahora ya no tiene sentido. No es lógico que los vehículos se detengan dos veces en menos de veinte metros».
Alcanzamos la zona de Urkirolak y el aparcamiento que está bajo los tableros de la variante. «Da miedo», resume un usuario que se dispone a coger su vehículo. «Los municipales solo vienen aquí a multar. ¿Para cuándo un aparcamiento disuasorio en condiciones?», cuestiona. Es obvio que las sombras son el escenario ideal para los robos a personas o coches. Los vecinos llevan años pidiendo más luz porque dicen es la mejor forma de prevenir los delitos. 
DV 29-10-2011

Este mismo problema de falta de luz podríamos aplicarlo a otras zonas del barrio, como las escaleras de acceso a Alto de los Robles, tunel situado cerca del parking de La Salle, zonas de Ciudad Jardin etc.

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